"No piensen en toda esa gente, no miren para arriba, el partido se juega abajo y si ganamos no va a pasar nada, nunca pasó nada. Los de afuera son de palo y en el campo somos once para once". 16 de julio de 1950, 17:00 en el Estadio Maracaná de Río de Janeiro con doscientos mil espectadores en las gradas.
Cuando Friaça marcó el gol que
ponía el 1-0, Brasil, representada por doscientas mil gargantas enfervorecidas
en Maracaná, acariciaba el triunfo en su Mundial.
Entonces Obdulio Varela, “El
negro jefe” cogió el balón del fondo de las mallas. Anduvo hacia el árbitro y
empezó a protestar desaforadamente. Mucho
tiempo después afirmó: “Sabía
que si no enfriaba el partido, nos iban a demoler. Quería demorar la
reanudación del partido, nada más. Llevé la discusión al extremo, hasta
tuvieron que llamar a un intérprete para que pueda dialogar con el árbitro. El
estadio quedó en silencio: ahí supe que podíamos ganar el partido” .
Y se escribió la leyenda del fútbol. Uruguay consiguió que el silencio se apoderara de los doscientos mil atónitos
espectadores del partido con más público de la Historia del Fútbol. Y desde
entonces todo el mundo recuerda aquel partido. “Maracanazo”.
Después de encontrarse por
detrás en el marcador Uruguay miró al suelo, como Varela, “el cinco”, había
dicho a sus compañeros en el túnel de vestuarios. Y Schiaffino primero y Ghiggia
después completaron una de las más bellas hazañas de toda la Historia del
Fútbol y sus Mundiales.
Obdulio Varela fue santo y
seña del Peñarol, donde conquistó seis campeonatos charrúas. Jugó en dos
Mundiales, Brasil´50 y Suiza´54. En el país helvético cayeron ante los “magiares
poderosos” de Kocsis o Czibor. Como anécdota puede presumir de no haber perdido
ningún partido en los Mundiales.
Por ser el capitán de un equipo que hizo leyenda. Por
saber transmitir a sus compañeros cómo gestionar el miedo escénico en el
ambiente más hostil posible y ser capaz de liderar la remontada con su astucia,
Obdulio Varela es nuestro primer Mítico a la sombra.
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